
Fotografía de Kate Ter Haar.
Escuché esta frase por primera vez, mientras veía un capitulo de una de mis series favoritas, Monk.
El Teniente Randy Disher la decía en el episodio 12 de la 8ª temporada.
Quien haya visto esta serie sabrá que Disher no se enfadaba, ni se ofendía nunca.
Por muchas bromas que le gastasen, o aunque lo tratasen como un segundón.
Al ser preguntado por el señor Monk Disher le cuenta como con anterioridad sí que se enfadaba.
Eso fue hasta que vio un coche con una pegatina donde se podía leer «ser feliz es una opción», y decidió tomar esa opción.
En realidad hay muchas personas reales, de carne y hueso, que toman esta misma opción.
La diferencia entre ser felices o ser desgraciados es, en la mayoría de los casos, cuestión de actitud ante la vida.
La importancia de los problemas.
Hace relativamente poco, he conocido a una mujer que había pasado por el quirófano en varias ocasiones, para operarse un tumor canceroso en la cabeza.
Ella misma fue la que sacó el asunto en una conversación, entre otras cosas porque este cáncer se le había vuelto a desarrollar en el lóbulo de una oreja. Lo hizo hablando de ello con gran naturalidad.
Lo que más me sorprendió fue que esta mujer estaba llena de energía, y hablaba pletórica de alegría. Explicando sus proyectos de futuro, y que tenía intención de acometer, tan pronto saliese del quirófano.
Le comenté que se la veía muy segura de sí misma, y que se enfrentaba a la enfermedad con una gran fortaleza de carácter.
Piensa en las minucias que nos preocupan a muchos de nosotros, en comparación con lo que atraviesa esta mujer, la mayoría de las veces no pueden ni ser considerados problemas. Aunque claro, pensarás que la importancia de los problemas es relativa.
Como me gusta decir a veces, son el tipo de problemas que tiene, quien no tiene problemas. Me incluyo entre este tipo de personas.
Ser feliz es una opción.
Continuando con la historia anterior. La respuesta que me ofreció fue muy simple, todo ello con una sonrisa en su cara. Ante una situación así, por muy grave que fuera sólo tenía dos opciones.
Enfrentarse al cáncer con desanimo, malhumorada y pensando que tenía muy mala suerte en la vida. Llevar una vida de llanto, desaprovechando todo lo bueno que hay incluso en los peores momentos.
O bien ser optimista, permanecer firme, segura y alegre. Disfrutando cada día en compañía de sus amigos y familiares. Había tenido una vida plena, y tenia intención de seguir teniéndola. No iba a dejar que una simple enfermedad se la robase.
Tenía muy claro que, la enfermedad, iba a evolucionar igual fuera cual fuera su actitud. Lo único que tenía opción de cambiar era la forma en que quería vivir su vida. Así que lo vio muy claro desde el principio, decidió que lo mejor era tomar la segunda opción.
Lo más sorprendente de todo es que no es la primera vez que hablo con alguna persona que ha pasado por este trance, y que ha optado por adoptar una actitud similar.
Vuelve a pensar, esas minucias que te preocupan, ¿merecen que dejes de ser feliz? ¿acaso te vas a enfrentar mejor a ellas si renuncias a ser feliz?
Definitivamente, el Teniente Disher tenía toda la razón del mundo, ser feliz es una opción.
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